Las Tres Reinas Magas
- Florentino Ulibarri
- 6 ene 2020
- 2 Min. de lectura

Y aunque no lo digan las crónicas, también llegaron mujeres sabias desde los cuatro puntos cardinales.
El fuego ardía en su seno mucho antes de ver la estrella en el cielo. Caminaban en oscuridad fiándose de que la tierra se iluminara cada noche con la luz de las lucernas más humanas.
Llegaron mujeres sabias libremente y por propia autoridad, sin ocultarse y desafiando las costumbres, sin pedir permiso a ningún rey, siguiendo sus intuiciones y sueños, su anhelo y el ritmo de su corazón, cantando canciones de esperanza y abriendo camino a la dignidad.
Llegaron en silencio, de puntillas, sin ruido, sin parafernalia, sin provocar altercados ni miedos, sonriendo a todos los peregrinos.
Llegaron de forma contracultural (no les quedaba otro remedio). Nadie levantó acta con sus nombres, pero dejaron huellas y recuerdos imborrables.
Llegaron y trajeron regalos útiles: agua que limpia, fuego que ilumina, pan de la tierra y leche de sus pechos.
Llegaron con mantas para envolver, frutos secos para compartir, aceites para curar y ungir y nanas tiernas en sus gargantas para alegrar y dormir al que iba a nacer.
Ayudaron a María a dar a luz, y cuando gemía con dolores de parto le susurraban bendiciones de su pueblo.
Se quedaron en Belén muchas lunas, y encontraron para la familia un lugar digno. Y enseñaron a otras su arte y oficio, con paciencia, ternura y tino hasta que surgió una red de solidaridad.
Llegaron mujeres sabias y alzaron su voz, sus brazos, su sabiduría, su cuerpo, su espíritu contra la matanza de inocentes.
Y se marcharon por otro camino, igual que lo hacen siempre, para proteger a las criaturas más débiles, sin prestar atención a los cantos triunfales.
Se marcharon a su tierra. Pero vuelven una y otra vez en esta época y en todos los momentos importantes, cargadas de dones, risas, besos de vida, canciones y paciencia.
Dicen que es su trabajo y oficio; pero no, son nuestro sacramento y nuestros sueños mágicos despiertos.
Vestidas sin llamar la atención están ahí, al borde del camino, en los cruces y duelos de la vida, en los oasis y en los desiertos, en el límite de nuestro tiempo, en los campos de refugiados, en el umbral de la conciencia, ofreciéndonos lo que más necesitamos.
Danos ojos para verlas ahora, antes de que se marchen por otro camino, y sólo sean sombra para nosotros.
Déjanos sentir el aroma de su presencia, la sonrisa de su rostro, la leche de sus senos, el calor de su espíritu y de su regazo y toda la ternura de sus corazones vivos. Déjanos abrazarlas para no olvidarlas.
Siempre llegan mujeres sabias, oportuna y solícitamente, a Belén y al reverso de la historia, y son los mejores reyes magos de las crónicas evangélicas no escritas.
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