No se dice “traje de Flamenca”, es gitana
- Chronos
- 1 feb 2021
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Mal empieza 2021 en nuestra tierra andaluza, madre amantísima de sus hijas gitanas, que también con ellas sufre los ramalazos racistas de quienes nos niegan el pan y la sal.
Andalucía, su historia reciente, sus costumbres y tradiciones están impregnadas de la cultura, del arte y hasta de la filosofía de la vida que trajeron los gitanos cuando en el año 1462 atravesaron la frontera de la tierra de García Lorca, de Falla, de Alberti, de Juan Ramón Jiménez y se adentraron en Jaén donde fueron recibidos y agasajados por el Condestable don Miguel Lucas de Iranzo.
Desde entonces han pasado ya 560 años y las familias gitanas encontraron en Andalucía la tierra soñada en la que instalar definitivamente sus vidas.
La frase proverbial dice que “algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Y debe ser así, porque no en vano Andalucía es la tierra española donde no se sabe si los gitanos están andaluzados o los andaluces están agitanados.
Unos 750.000 gitanos y gitanas vivimos en España y de ellos más de la mitad viven en Andalucía. El resto, repartidos por las restantes comunidades autónomas.
Algo tendrá Andalucía cuando la bendicen… Ya lo dijo Miguel de Cervantes por boca del Quijote: “Paréceme Sancho que, no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias…”
No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Efectivamente, resulta que los diseñadores de moda han pedido que el traje de flamenca sea considerado patrimonio inmaterial de la humanidad. ¡Vamos, señores! Los adjetivos gentilicios son aquellos adjetivos que dan cuenta de la procedencia geográfica de un individuo.
Flamenca, por lo tanto, es el gentilicio de las señoras nacidas en Flandes que es una región de Bélgica situada al norte del país y donde se habla neerlandés.
Tengo ante mi vista algunos modelos de trajes verdaderamente flamencos, vestidos actualmente por las mujeres de Flandes, y ¡ya me dirán ustedes que tiene eso que ver con los maravillosos vestidos que son capaces de diseñar los modistos andaluces.
Hace unos años ya, me ocupé de este asunto y creo haber aportado algunas razones históricas y fundamentalmente comerciales que tienen su origen en el gusto por las cosas “al uso de Flandes” que, como dice Rafael Muñoz, fue una constante en Castilla. Por eso Andalucía, como Castilla, fue en los siglos XV y XVI, un estupendo cliente en los mercados de Amberes y Brujas.
Pero la pretensión de los modistos puede ser ofensiva. Lo que visten las españolas, sean andaluzas, extremeñas, castellanas o de cualquier otro lugar del mundo cuando su vestido guarda relación con la tradicional vestimenta de las mujeres gitanas, es un vestido de gitana.
Cuando la mujer andaluza quiere revestirse de lo que es: portadora de la cultura trimilenaria de los fenicios, alegre y voladora como las golondrinas que cada temporada se alojan en los cables de nuestro paisaje urbano, apasionada y valiente como las gaditanas que se hacían tirabuzones con las bombas que tiraban los fanfarrones, entonces la andaluza se viste de gitana, no de flamenca, que eso no existe, de gitana.
Porque los gitanos somos la quintaesencia de Andalucía o como dijo y escribió Federico, “los gitanos son lo más elevado, lo más profundo y lo más aristocrático de mi país".
Cometen un gravísimo error los promotores de esta iniciativa cuando pretenden unir ante el mundo la imagen de España a una figura inexistente cuyo nombre ha sido alterado en perjuicio de quienes son sus verdaderas propietarias: las gitanas españolas y con ellas las mujeres gitanas de todo el mundo. De la misma manera que llevados por un espejismo a todas luces inexistente afirman que “el traje para el baile profesional «no tiene nada que ver» con el de flamenca”. ¡Vaya por Dios!
Una vez más recurro a la sabiduría popular. Artur Brisbane fue uno de los editores de periódicos más populares del siglo XX. Asesoró en materia de publicidad a Henry Ford, Thomas Edison o John D. Rockefeller. A él se debe el popular adagio que dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Pues aquí tienen la imagen:
nuestras abuelas, bisabuelas, tatarabuelas y así hasta llegar al siglo X cuando nuestros antepasados salieron de la India. Y deberían hacerlo porque nosotros, los gitanos y gitanas del mundo, tenemos capacidad para convencer a la UNESCO de que esa petición no cuenta con el asentimiento de nuestra comunidad.
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