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En el cine que llevaba este nombre se generó la identidad sonora universitaria


Estas cuatro letras no se pronuncian, se exclaman, denotan la identidad sonora de la Universidad Nacional: el “Goya”. Fue creado en 1946 y atribuido a José Luis Rodríguez “Palillo” (1934-2005), entonces alumno de la Preparatoria 1, ubicada en San Ildefonso, en el Antiguo Barrio Universitario, cuando convocaba a otros a apostarse en las butacas del Cine Goya.

El inmueble, ya desaparecido (1925-1967), estaba ubicado en el número 44 de la calle de El Carmen, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Cumplirá un siglo de haberse construido y, además de ser parte de la cultura capitalina, mantiene una historia permanente compartida con los estudiantes universitarios de varias generaciones, uno de ellos Jorge Ayala Blanco (1942), profesor decano de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la UNAM.

“No solo lo conocí, lo frecuenté, iba seguido. Era otro mundo, porque actualmente son de centro comercial y en aquel entonces había muchas salas cerca del Barrio Universitario, una de estas era el Goya, o sea no era la única, pero sí la que programaba lo que más les gustaba a los muchachos de la época, o de las épocas”, compartió.

Tenemos que ubicarnos en el contexto, en los años 20 del siglo pasado, había estrenos triples, hasta cuádruples, ¡la gente vivía en el cine! “Eran unos ‘jacalones’ impresionantes, aún no existían los grandes cines como palacios, como el Roble, el Chapultepec, el Ópera, entre otros”, dijo.

El Goya “me parece el gran homenaje al cine, no es nada onírico es como una especie de la expansión del ánimo, es gusto y placer por este arte, lo que se antepone a la inteligencia lógica, la inteligencia emocional, las salas son las que te desarrollan finalmente tu inteligencia emocional y sensibilidad. Creo, incluso, que era una necesidad acudir al cine para los estudiantes que no solamente eran preparatorianos, había de otras escuelas de la Universidad, como Medicina y Jurisprudencia”, relató Ayala Blanco.

El también Premio Universidad Nacional 2006, Medalla Salvador Toscano, recibida en la 53 edición de los premios Ariel, describió al Goya de finales de los años 50:

“Tenía un lobby estrecho, la taquilla al frente, podías entrar por la izquierda o por la derecha, y eran de esas salas que contaban con un solo nivel, no tenía nada extraordinario, lo interesante es que estaba prácticamente integrado al Barrio Universitario, era como una especie de frontera con las otras calles”.

Como uno de los máximos historiadores del séptimo arte, el académico universitario resaltó, además, una de las situaciones que más cautivaba a los jóvenes sobre el recinto:

“Era tres veces más barato que la sala más fuerte de ese circuito que era el Salón Rojo: ¡era lo más atractivo de la Tierra!, por eso el grito ¡vamos al Cine Goya!, matamos clases y nos vamos, porque ahí proyectaban las cintas de aventuras, las románticas, las cómicas, las de piratas, las exotistas, era extraordinariamente atractivo”.

No era la única sala que se encontraba en el Barrio Universitario; por ejemplo, en la calle de Argentina estaban los cines Alarcón, Máximo y Cairo.

“En la calle de El Carmen había una iglesia que fue sede de la Hemeroteca Nacional. Empecé a ir ahí en el año de 1955, consultaba periódicos; iban constantemente dos viejecitos de barba a quienes se les tiraban de alfombra los encargados del lugar: eran ¡Alfonso Reyes y José Vasconcelos!”.

De acuerdo con información del periódico El Universal del 31 de enero de 1925, día de la inauguración del Goya, “el decorado del salón es sencillo y elegante, las butacas amplias y cómodas, los locales de palcos y anfiteatro muy bien acondicionados para cine, y la galería es sin duda, la más grande y mejor estudiada de México, pueden colocarse cómodamente tres mil espectadores en la magnífica gradería: y seguramente el aspecto que presente la galería pletórica de concurrentes habrá de ser parecido al que hemos sorprendido en nuestro Estadio”.

Ayala Blanco mencionó que ese día se estrenaron tres películas “El Halcón de los Mares”; “La bella mentirosa”; y “Su majestad el dinero”, todas silentes, la entrada costaba 50 centavos.

Antes de su demolición en marzo de 1967 -se habla de que pudo haber sido dañado por el “Terremoto del Ángel”, ocurrido el 28 de julio de 1957-, la última película que se estrenó fue “El Pecador insaciable”, el 6 de noviembre de 1964, rememoró el profesor universitario.

“Un filme que sería muy importante dentro del cine norteamericano porque es la adaptación de la trilogía de la gran novela determinista norteamericana de James T. Farrell, dirigida por Irving Lerner. Se estrenó la película mutilada, es un dato curioso, da la idea de que el Cine Goya ya formaba parte de un circuito grande”, concluyó Jorge Ayala.

 

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