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Beneficios de la complementariedad Con cabeza fría, paciencia y estrategia

  • Chronos
  • 7 feb
  • 4 Min. de lectura



RICARDO MONREAL AVILA. ……………….

La Presidenta Claudia Sheinbaum superó un gran escollo. Lo hizo con cabeza fría, paciencia y estrategia de ajedrez. Ganó tiempo, pero, en política, el tiempo es también espacio y dimensión. Y lo alcanzado la dimensiona como la líder que necesita México en estos tiempos de incertidumbre y embestidas externas e internas.

Era un despropósito seguir sin más una política comercial agresiva, proteccionista y unilateral.

Aumentar aranceles a los productos canadienses y mexicanos que consumen las y los estadounidenses iba en contra de los objetivos anunciados por el presidente Donald Trump de reducir la inflación, crear nuevos empleos y atraer más inversiones a su país (el reshoring).

Afortunadamente, escuchó todas las voces, principalmente la de la primera magistratura de nuestro país, y acordó posponer un mes la puesta en vigor de su política arancelaria regresiva.

Pero el daño no paraba en Estados Unidos (EE. UU.). Como onda expansiva, las economías de Canadá y México hubiesen resultado más impactadas que el país del epicentro.

A Canadá le hubiese costado el 0.75 % de crecimiento de su PIB, mientras que a México, el 1.2 %, colocándolos al borde de la recesión. ¡Vaya vecino, socio y amigo!

La justificación del incremento de aranceles (dejar de “subsidiar” a los vecinos) no se sostiene ni económica ni fiscalmente.

El superávit que Canadá y México presentan en su balanza comercial con EE. UU. se compensa con los empleos en el sector servicios que esas importaciones generan al interior de la economía de la Unión Americana y con los impuestos que se pagan al fisco de esa nación una vez que entran al circuito comercial y de consumo interno.

De hecho, no son pocos los beneficios económicos que reciben los Estados Unidos de las importaciones desde Canadá y México; al contrario, son diversos y significativos.

En primer término, la serie de importaciones que recibe EE. UU. actualmente, proveniente de sus vecinos a ambos lados de sus fronteras, se traducen en precios competitivos para las y los consumidores estadounidenses.

El actual flujo de bienes o recursos mexicanos o canadienses le inyecta un dinamismo favorable a los mercados del vecino país del norte, lo que le permite a las y los usuarios o consumidores finales de dichos bienes acceder a precios más bajos, especialmente en sectores como el automotriz, agrícola o manufacturero.

El libre comercio de mercancías entre los tres países de la región también redunda en cadenas de suministro integradas, a partir de los beneficios naturales de la proximidad geográfica.

Esto facilita cadena de suministro eficientes y pertinentes (just-in-time), principalmente en sectores como la industria electrónica o de tecnologías de la información (hardware de computadoras, semiconductores, electrónica de consumo, equipamiento de telecomunicaciones, ensamblaje de dispositivos o fabricación de componentes), o la propia industria automotriz, cuyas piezas pueden cruzar las fronteras varias veces durante el proceso de producción, en un mecanismo continuo e integrado.

La potencia económica que es EE. UU. (recordando que el tamaño de una economía se mide por su Producto Interno Bruto), con un PIB aproximado de 30 trillones de dólares, se alimenta de, entre otros aspectos, la complementariedad productiva. Los tres países que conforman Norteamérica tienen ventajas comparativas diferentes: Canadá aporta recursos naturales, energía y productos forestales; México, mano de obra competitiva y capacidad manufacturera, y Estados Unidos contribuye principalmente con tecnología avanzada y capital.

Por otro lado, las importaciones relacionadas, por ejemplo, con los hidrocarburos favorecen la seguridad energética de la principal economía del mundo. El flujo constante de petróleo y gas natural desde Canadá y México ayuda a reducir la dependencia estadounidense de proveedores más distantes o menos estables.

Asimismo, en el marco del T-MEC (antes TLCAN) empezó a cuajar la idea de una región norteamericana económicamente integrada, mediante la conformación consensuada de reglas claras y predecibles para el comercio, reduciendo la incertidumbre en las relaciones comerciales. Por ello parecería bastante inconveniente dejar de lado el arduo trabajo y la gran concentración de experiencias positivas implícitas en los diferentes procesos de negociación, a merced de un vuelco hacia una política de guerra comercial o arancelaria.

Además, la competencia y especialización regional permite que cada país se enfoque en sus fortalezas, mejorando la productividad general de la región, alcanzando con ello una eficiencia comercial generalizada, por lo que el “subsidio” que EE. UU. estaría dando a Canadá y a México no es tal; al contrario, desaparece si sumamos la balanza de las tres naciones y las vemos como una sola región.

Es decir, si integramos los estados contables de los tres países y los consideramos como si fuesen uno solo, encontraríamos que la región América del Norte sería el polo comercial más potente del mundo, por encima de lo que comercian entre sí China e India, la Unión Europea y los Tigres Asiáticos.

Siguiendo el PIB reportado para los países de la región, Canadá sería la onceava economía mundial y México la treceava. Juntas, las tres economías, en una especie de G3 llamado “América del Norte”, harían de esta región del planeta el polo más dinámico del mundo, con un valor de mercado, a precios de 2024, de 35.1 trillones de dólares.

Para lograr esto se requiere aplicar de manera coordinada, entre los tres países, un modelo de sustitución de importaciones; es decir, que el 80 % —o más— de los bienes y servicios que se generan en la región tengan un alto componente de materias primas, mano de obra, financiamiento, comercio y tecnología original y originaria de la misma.

Todos estos temas no se resolverán en un mes, pero sí volverán a aparecer el próximo año y en la próxima generación de las y los del norte y latino americanos.

Con cabeza fría, paciencia y estrategia, el mes de gracia podría traducirse en el siglo de oro que todo el continente americano necesita.  

ricardomonreala@yahoo.com.mx X y Facebook: @RicardoMonrealA

 
 
 

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